miércoles, 15 de julio de 2009

Sobre la pobreza en España.

En su interesante libro «Pan y Rosas», Fernando Vidal nos recuerda los trágicos acontecimientos ocurridos el 25 de marzo de 1911 en una fábrica textil de Nueva York. En ese día trabajaban en ella unos 600 empleados de los que 148 -en su mayoría mujeres inmigrantes- fallecieron en un incendio que se desencadenó en un viejo edificio, carente de adecuadas medidas de seguridad y con malas y poco fiables vías de salida. En las manifestaciones que se organizaron en protesta por tan luctuoso acontecimiento apareció por primera vez el lema «Pan y Rosas». Con el tiempo, «Pan y Rosas» se convirtió, nos dice Vidal, en uno de los más famosos iconos del movimiento obrero mundial, dio título a una de las películas sociales de Ken Loach y al hermoso poema del escritor James Oppenheim, del que tomo uno de los versos: «Sí, luchamos por el pan, pero luchamos por las rosas también». Nos lo explica muy bien el mismo Vidal: «Con dichas palabras los obreros no solamente reclamaban mayores salarios y mejores condiciones laborales, sino el respeto a su dignidad; no solamente querían medios para vivir, sino que se respetara el sentido de su vida».
La reciente publicación del Informe «La respuesta de Cáritas ante la crisis», parece llevar a la triste conclusión de que la demanda de «pan» sigue estando a la cabeza de las peticiones de los necesitados españoles. «Las peticiones de ayuda para alimentos y artículos básicos han aumentado en 2008 en un 89,6 por ciento respecto a 2007». Este aspecto es uno de los que llaman más la atención del dramático relato que hace Cáritas de la situación de la pobreza y la exclusión en la España de nuestros días. El Informe empieza por describir el perfil de los pobres de nuestro país. Familias jóvenes sin ningún ingreso, parados a punto de concluir la percepción de subsidios, hombres solos sin hogar y en paro, trabajadores autónomos que han tenido que cerrar sus empresas a causa de la crisis y los inmigrantes sin papeles que, en menos de un año, han perdido medio millón de empleos. Por cierto, que los inmigrantes se han visto especialmente afectados por la situación. Entre ellos se dan, de modo creciente, casos de ruptura familiar -el fracaso laboral del padre rompe la familia, pues él regresa a su país de origen y la mujer se queda en España trabajando en el servicio doméstico-, dificultades para la integración ante el endurecimiento de las condiciones y el papeleo para conseguir la residencia por arraigo y la tardanza en recibir protección social mientras llega la legalización.
Cáritas, con sus 6.000 puntos de ayuda, 56.000 voluntarios y 44.000 trabajadores profesionales, sabe mejor que nadie que muchos españoles e inmigrantes han pasado de la vulnerabilidad a la carencia por pérdida de empleo y, esto es especialmente doloroso, que son muchos los que habiendo recorrido en Cáritas el largo proceso de reinserción social han tenido que volver a pedir ayuda. Con respecto a 2007, el número total de solicitantes ha pasado de 400.000 a 600.000 y este crecimiento del 50 por ciento se eleva al 70 por ciento en las grandes urbes y en el sur de España. Todas las rúbricas de la asistencia social han crecido: 89,6 por ciento -ya se apuntó- en el caso de los alimentos; 87,3 por ciento, transportes; 65,2 por ciento, vivienda; 40,7 por ciento educación; 32 por ciento, sanidad y 10,9 por ciento vestido.
El informe de Cáritas -que no ha sido objeto de ningún desmentido- es especialmente duro con los poderes públicos y no le faltan razones para ello. En efecto, el 52 por ciento de las personas que asistió Cáritas llegaban derivadas de los Ayuntamientos y esta obra de la iglesia, que tiene el compromiso de fe de atender a estas personas, pone de manifiesto que quienes están obligados por ley a hacerlo son las administraciones públicas.
Y, sin embargo, no lo hacen. Primero por escasez de recursos, que son en 2008 los mismos que fueron en 2007 a pesar de la inminencia de la crisis. Luego, porque su respuesta es lenta -se cita con 30 días y se conceden, si se conceden, las ayudas en plazos superiores a tres meses- con lo que los «beneficiarios» han de buscarse la vida mientras tanto. Por último, y por contraposición a la excelencia y universalidad del sistema de salud, España es el único país europeo que carece, con mínimas excepciones, de una última red de protección social. A Cáritas llegan así personas al borde de la desesperación que pagan, a veces, con talante exasperado y agresivo, una asistencia social que de ningún otro pueden recibir. Unos cuantos datos esenciales revelan lo hondo de la crisis.
-En el primer trimestre de 2008, en el 2,5 por ciento de los hogares españoles todos sus componentes estaban en paro; en el primer trimestre de 2009, el 6,3 por ciento.
-470.000 hogares (1.000.000 de personas) no reciben ingreso alguno, ni procedente del trabajo ni del sistema de protección social del gobierno.
-La población en situación de pobreza severa supone ya entre 560.000 y 675.000 hogares que padecen gravísimas carencias en materia de empleo, vivienda, educación y salud con riesgo de conflictividad social y rupturas familiares.
-El sistema de Garantías de Ingresos Mínimos -las pensiones no contributivas, las rentas mínimas de inserción, los complementos de mínimos de las pensiones de la Seguridad Social y el subsidio de desempleo- llegan a 4.500.000 beneficiarios, pero esas ayudas tienen un valor medio anual de 2.500, o sea, 208 mes.
Lo explican muy bien Miguel Laparra y Luis Ayala en su trabajo, «El Sistema de Garantía de Ingresos Mínimos en España»: llegar con una ayuda equivalente al 85 por ciento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) a esos 472.000 hogares sin ningún ingreso supondría 2.265 millones, y 2.000 millones alcanzar el 75 por ciento del SMI ¿Son éstas cifras imposibles en tiempos de crisis? En el Consejo de Ministros del 26 de junio se aprobó la creación del FROB, en auxilio de Cajas y Bancos, que nace inicialmente con 9.600 millones, llegará a final de año a contar con 36.000 y con 63.000 más en 2010.
No pretendo hacer demagogia con estas cifras, pues sé muy bien que los recursos del sistema financiero son los ahorros de los ciudadanos y que la quiebra de una entidad o de varias en cadena causaría un daño irreparable a nuestra sociedad. Pero ni este Gobierno, ni ningún otro gobierno de la democracia, se ha planteado como finalidad prioritaria el combate contra la pobreza, aunque nunca es tarde para hacerlo. Y si Gobierno, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos hacen un día un gran pacto contra la crisis no deberían dejar fuera esta gran tragedia nacional. El modelo «Cañada Real» debía imitarse.El «pan», por supuesto, pero «las rosas» también: y, sin embargo, Cáritas que desearía transformar la sociedad volcándose en la educación, la formación, el acceso a la vivienda o el empleo, se ve obligada a destinar el mayor porcentaje de sus recursos a lo más urgente y apremiante. No tiene otra opción. «Las rosas» han de esperar. No cabe, por aspirar legítimamente a lo mejor, negarse a oír la voz de los excluidos y a escucharla con el sentido solidario que exigía Pablo de Tarso en la segunda Carta a los Corintios: «Pues no se trata de aliviar a otros pasando vosotros estrecheces, se trata de igualar. En el momento actual vuestra abundancia remediará la falta que ellos tienen; y un día, la abundancia de ellos remediará vuestra falta».

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