miércoles, 24 de junio de 2009

El hambre aprieta, aprieta y aprieta

Guantánamo.- Como jinete del Apocalipsis, el hambre cabalga al galope tendido por el mundo en estos meses. Cada día que pasa se estima que aumentan sus víctimas en casi 274.000 personas, debido al alza del desempleo y la disminución de los ingresos de los más pobres.
El más reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), dado a conocer en Roma, revela una vergüenza: uno de cada seis habitantes del planeta pasa hambre todos los días.
“Por primera vez en la historia de la humanidad, 1.020 millones de personas, una sexta parte de la población mundial, padece hambre”, se lamenta la FAO.
Lo más triste es que la falta de alimentos en millones de familias en el mundo no se debe a una contracción de la producción mundial de alimentos.
“La producción mundial de cereales será elevada, aunque ligeramente inferior a la producción récord de 2008, que fue de 2.287 millones de toneladas”, acota el informe del organismo internacional.
El galope del hambre aminoró en la década de 1980 y en la primera mitad de la década de 1990, pero ha estado en constante aceleración durante el decenio siguiente.
Pero en el último año el ritmo ha sido mucho mayor, pues aumentó en 100 millones la cifra de personas que viven diariamente la falta crónica de alimentos.
El estimado indica un serio deterioro en la tendencia de la última década, ya de por sí convertida en un obstáculo para el cumplimiento el Objetivo de Desarrollo del Milenio de Naciones Unidas de recortar a la mitad el número de la gente con hambre en el mundo, a menos de 420 millones para el 2015.
El menoscabo de la situación se debe a los efectos de la profunda crisis que abate en mayor o menor grado a todas las economías del mundo, sin olvidar que esta depresión sucede al conflicto que provocaron las alzas brutales de los precios de los alimentos básicos y los combustibles entre 2007 y mediados de 2008.
Significa que los más necesitados no han tenido respiro y no ven el final de la flagrante violación de su derecho humano básico a alimentarse. Lo peor es que crece sin cesar la cantidad de los que sufren esa transgresión.
Ocurre ahora que con el aumento del desempleo, fundamentalmente en los países en vías de desarrollo, se reducen de manera drástica los ingresos de las familias trabajadoras y les limita la capacidad de compra de alimentos, en particular donde todavía los precios del mercado interno se obstinan por mantenerse altos.
Es decir, para ellos las carnes, leche y sus derivados, frutas y hortalizas se convierten en productos de lujo en sus mesas, donde cada vez se hacen más frecuentes los granos, menos ricos en proteínas y nutrientes.
La crisis económica mundial viene así a reforzar un círculo vicioso.
Dice la FAO que es menos probable que las madres trabajadoras pobres procuren obtener atención sanitaria para sí mismas o para sus hijos; la migración podría debilitar las comunidades; la deserción escolar destruye el capital humano a largo plazo, y pasar a consumir alimentos menos nutritivos, o simplemente comer menos, causa malnutrición, afecta a la productividad laboral y reduce el potencial cognitivo de los niños.
Tal es la situación que enfrentan ahora 642 millones de personas en Asia y zonas aledañas al Pacífico. Representan el 63 por ciento del total de los que hoy pasan hambre en el planeta.
Incluso en América Latina y el Caribe los progresos en la reducción del hambre se han visto anulados como consecuencia del alza de los precios alimentarios y la actual crisis económica.
Se estima que de la cifra total de personas que pasa hambre en el mundo, 53 millones viven en nuestra región geográfica. Equivale a un incremento anual de 12.8 por ciento.
“Esta crisis silenciosa del hambre supone un serio riesgo para la paz y la seguridad mundiales”, plantea Jacques Diouf, director general de la FAO, en un texto que acompaña al informe del organismo.
Una vez más el alto funcionario de la ONU reclama cambios estructurales de carácter urgente en el actual modelo agrícola del mundo.
Muchos de los que sufren pobreza y hambre en el planeta son pequeños campesinos en los países en desarrollo.
En la mayoría de esas naciones no existe apenas duda de que invertir en los pequeños agricultores supone crear la red de seguridad más sostenible, en especial en tiempos de crisis, como asegura Kanayo Nwanze, presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA),
Sin embargo, sus palabras y las de Diouf se las llevará el viento si los países más ricos no encaran que el repunte de la inseguridad alimentaria que se ha producido en 2009 los expone también a los peligros del terrorismo y el tráfico ilegal de personas, por no mencionar las palabras cooperación y solidaridad apenas tomadas en cuenta en las relaciones de sus gobiernos con los países en desarrollo.
Cuba, la Isla digna e independiente, víctima de un criminal bloqueo económico, financiero y comercial de casi medio siglo, fomenta las producciones nacionales de alimentos, tanto en el sector estatal como en cooperativas campesinas y productores individuales, con el objetivo de garantizar la alimentación básica del pueblo en medio de la incertidumbre que genera la crisis mundial.
No obstante las tensiones, el Estado cubano ha mantenido un nivel de protección a los consumidores y los ciudadanos no han sentido el problema en toda su dimensión, gracias a que se mantiene casi invariable la entrega de una cuota normada de alimentos básicos, a precios subsidiados.
Es la manifestación de un proyecto político, ideológico, social y económico en el que la primera riqueza a preservar es la gente.
Pero aún la factura de importación de alimentos es muy grande y reducirla pasa por acelerar la entrega de tierras ociosas para devolverlas a la actividad agropecuaria y el fomento de producciones como arroz, leche, granos y carne, que constituyen buena parte de sus compras en el exterior, entre otras estrategias que el país despliega.
En Cuba, galope del jinete del Apocalipsis no tiene cabida. Por el contrario, la cifra sin precedentes en la historia humana de 1.020 millones de personas sin garantía de alimentos indica que en muchas partes del mundo el hambre aprieta, aprieta y aprieta.

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